Debemos empezar discriminando si lo que estamos padeciendo realmente es insomnio. Por ejemplo, no podemos pretender dormirnos fácilmente a las diez de la noche si ese día nos levantamos a las once de la mañana. Simplemente no vamos a tener sueño y eso no es insomnio.
Se acuerdan de cuando hablábamos de la ansiedad diferenciábamos que no es lo mismo estar ansioso que preocupado… lo mismo sucede aquí. Un cambio de palabras nos puede ayudar muchísimo para considerar objetivamente nuestro problema.
Entonces hay que analizar qué es eso que llamamos insomnio. Verificar si en realidad lo es, o se trata de una alteración de nuestro horario habitual de sueño. Recordemos que en estos tiempos pandémicos nuestros horarios y rutinas inevitablemente se han alterado.
El insomnio se define como un trastorno del sueño frecuente que puede causar dificultad para conciliar el sueño (quedarse dormido) o mantenerlo, o puede hacer que te despiertes demasiado temprano y no puedas volver a dormirte. (Mayo Clinic, 2016).
El insomnio como tal puede ser la afectación principal o puede ser un síntoma de otras afectaciones por ejemplo, episodios de ansiedad, depresión, o estrés. No voy a entrar en detalle describiendo el insomnio, pues se extendería mucho este escrito pero si quiero brindar algunas consideraciones que nos pueden ayudar.
Como todo, debemos de iniciar con un cambio de mentalidad. A veces tendemos a ver al insomnio como el fin del mundo. Creemos que el no dormir como queremos, traerá consecuencias graves. Y si, definitivamente el insomnio a largo plazo puede pasarnos factura. Sin embargo, cuantos de nosotros no hemos tenido una mala noche de sueño y no ha pasado nada. Es decir, si, andamos más cansados y más irritables, pero en general podemos funcionar. No es el fin del mundo, si podemos soportarlo. Entonces quitemosle el miedo al insomnio. Quitemosle ese poder catastrófico que le otorgamos, ya que lo único que hace es reforzar el problema.
Otro aspecto a valorar, que frecuentemente olvidamos, es que el cuerpo ya sabe dormir, así como ya sabe respirar. Son procesos biológicos y naturales. Cuando tenemos problemas para dormir, recurrimos a realizar un esfuerzo consciente para que el cuerpo duerma, castigándonos y culpándonos en el camino por no lograr eso que ya sabe hacer. Lo más divertido es que entre más nos esmeramos por dormir, menos lo logramos. Esto sucede ya que al esforzarnos para que nuestro cuerpo duerma, estamos liberando cortisol (la hormona del estrés) y eso causa que nuestro sistema esté en alerta y no pueda dormirse. Entonces, ¿cómo lo manejamos?
Primero tratemos de cambiar nuestra perspectiva. Si afirmamos “no pude dormir nada anoche” estamos diciendo que no dormimos nada de nada y a veces si logramos dormir aunque sea una o dos horas. Entonces cambiemos las palabras: en vez de decir no puedo dormir, digamos me cuesta dormir. Segundo, tener presente que el cuerpo ya sabe dormir, no pretendamos enseñarle algo que ya sabe hacer. Mejor enfoquémonos en facilitar que el cuerpo realice esta función: enfoquémonos en relajarlo. Revisemos como se encuentra nuestra higiene del sueño, nuestros hábitos, y rutinas. Tercero, ser pacientes con nosotros mismos. Una o dos malas noches de sueño no significan insomnio, y menos cuando podemos determinar la causa. Por ejemplo, a mí me sucede cada vez que tengo algo importante el día siguiente…la expectativa, la anticipación, no me deja dormir bien.
Y para finalizar, si el insomnio se ha vuelto crónico o es un síntoma de algún trastorno de depresión, ansiedad, o estrés, buscar ayuda con un profesional pues todos nos merecemos una buena noche de sueño.
Si te gustó, ¡compártelo!
Comments