Bailo desde que tengo memoria.
La danza y yo nos conocimos cuando yo tenía tres años y medio, y desde entonces nuestra relación ha tenido altos y bajos como cualquier otra…llena de ilusión y alegría, pero también de frustración e incertidumbre.
Cuando hablo de danza me refiero específicamente al ballet, el estilo que más he estudiado y practicado.
Uno de mis core memories es cuando fui a un summer camp de la Royal Academy of Dance en Long Beach, California y mi única preocupación era bailar.
Mis días por dos semanas se vieron así: levantarme temprano, ir a desayunar, alistarme, ballet y puntas por la mañana, almuerzo, otros estilos (jazz, danza española, musical theatre, zamba) por la tarde, cenar, descansar, y volverlo a hacer todos los días.
Bailábamos alrededor de 6-7 horas diarias y caminábamos casi 8 km entre el campus y el estudio.
Estábamos en constante movimiento, como debe ser.
Los seres humanos nacimos para movernos.
Me gusta pensar que en un universo paralelo soy una bailarina y que así se ven mis días, que en ese universo tuve las oportunidades para hacer de mi pasión una carrera, y que es sostenible vivir de eso.
Gracias a la danza soy la mujer que soy hoy. Tenía la intención de mencionar algunas características que la danza ha plasmado en mí, pero son demasiadas y no quiero aburrirlos, así que solo me centraré en dos.
La primera es la alta tolerancia a la frustración, a aceptar que las cosas no siempre son como uno quiere y que, si algo no funciona, hay mil otras maneras para hacerlo funcionar.
La importancia de reinventarse y volver a comenzar las veces que uno necesite.
La segunda es la empatía y el fuerte sentido de comunidad.
Hasta el sol de hoy, mis amigas del ballet siguen siendo mis amigas y aunque no hablemos todos los días, cada vez que nos vemos es como que el tiempo no ha pasado pues hemos compartido tanto, hemos compartido una disciplina sumamente rigurosa, que desafía nuestra seguridad y estabilidad emocional.
Una disciplina que literalmente coloca exigencias físicas no naturales en nuestro cuerpo, en la que constantemente te estas comparando, y en la que cada vez se te pide más y más.
Claro que los lazos que surgen en medio de esas circunstancias van a ser altamente duraderos y resistentes.
Gracias Mom. Gracias por haber tomado la decisión de matricularme en clases de ballet hace casi 26 años.
Gracias Pa por no dejarme faltar a mis clases y por impulsarme continuamente a que siga bailando.
Siempre recuerdo que en un viaje a Nueva York tuvimos que cruzar casi toda la ciudad para conseguir las zapatillas de punta que necesitaba.
Gracias Mrs. Flor. La vida no pudo darme mejor maestra y mentora. Decir que la admiro se queda corto.
Actualmente mi relación con la danza se ha transformado. Con todas las responsabilidades de adulto ya no pasamos tanto tiempo a nivel profesional como me gustaría. Sin embargo, me he enfocado en disfrutar este estado menos formal, menos exigente, más terapéutico.
Bailar por bailar, cada vez que lo sienta, cada vez que lo necesite y tener el enorme privilegio de transmitir sus enseñanzas a mujeres adultas que quieren moverse, que quieren desafiarse, que quieren crecer en todo sentido.
Gracias danza. Hasta que la muerte nos separe.
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