Como ya lo he compartido con ustedes, recientemente me mudé. Bueno, ya hace dos meses. Es increíble cuanta cosa habíamos acumulado con Daniel en dos años y para sorpresa de muchos, Daniel resultó más acumulador que yo.
Recuerdo que cuando vivía donde mis papás, mi mamá siempre andaba arreglando la casa y decía: “lo que no sirve, se bota”; una frase que fue tomando más sentido con los años y que he llevado conmigo a distintas áreas de mi vida. Ojo, también soy de las que cree que hay cosas que pueden arreglarse. De hecho, cada vez que algo se quiebra (literal y figurativamente hablando), buscó pegarlo nuevamente. Sin embargo, hay cosas y/o situaciones que aunque las tratemos de pegar, simplemente no funcionan y es aquí donde sabemos que es tiempo de soltarlas.
Con el día a día, somos poco conscientes de cuantas cosas acumulamos que en realidad no aportan ningún valor a nuestra vida. Mudarme fue toda una experiencia, no solo porque era mi primera vez, sino porque aprendí a desprenderme de tantas cosas materiales que en realidad no necesito. Durante las primeras semanas le trataba de buscar puesto a varias cosas y simplemente no cabían, por lo que terminaba diciéndole a Daniel que se las llevará. El me preguntaba cada vez si estaba segura de mi decisión.
El soltar y dejar ir implica una renovación; es increíble el trabajo interno que esto provoca. Hoy los invito a que arreglen esa gaveta, ese escritorio, ese closet, el espacio que sea para ustedes, y lo que no sirva, bótenlo. Así de fácil. Luego, déjense llevar por lo que hay detrás de esto…revisemos nuestros pensamientos, nuestras creencias, nuestros sentimientos, y lo que no sirva, dejémoslo ir.
Aprendamos a vivir con menos, recordemos que en la simpleza se encuentra la belleza, y busquemos tener cerca aquellas cosas, personas, situaciones, aficiones, que realmente aportan valor a nuestra vida.
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