¿Cómo estás, mamá?

Madre solo hay una se dice por ahí. Me tocó ser mamá para realmente entender esa frase. 

Fisicamente herida (ya sea por un parto vaginal o una cesárea) se espera que la madre cuide, nutra, y apapache a esa criaturita que acaba de salir de su cuerpo; esa criaturita que estuvo entre 37-40 semanas gestándose en su interior. Y no solo “se espera” de ella, sino ella lo espera de ella misma; la expectativa más fuerte y la que termina siendo más cruel. 

Madre solo hay una porque por más ayuda que se tenga, su rol es irremplazable. Su bebé sabe quién es ella, como huele, a que sabe. Su bebé reconoce esa voz que le ha abrigado durante todo ese tiempo. 

Madre solo hay una porque a pesar de encontrarse acompañada nadie más puede imaginarse ni comprender cómo se enfrenta a una nueva soledad, a una nueva vulnerabilidad, a una nueva identidad. Solo ella sabe la magnitud e intensidad de lo que siente en esos momentos.

Madre solo hay una porque la mayoría de la gente pregunta y se preocupa por el bebé. Como esta durmiendo, como esta comiendo, si ya lo bañaron, como va el ombligo, pero pocos, muy pocos se detienen a preguntar, ¿cómo está la mamá? 

Y así es con el pasar de los años. Lo primero que le preguntan a una mamá es cómo están sus hijos; qué hacen, de que trabajan, si se casaron ya...

Y la mamá, ¿dónde queda?

Mamás: las veo, las entiendo, las siento, ahora soy ustedes y mi deseo hoy es que ustedes mismas se pregunten:

¿Cómo estoy? ¿Cómo me siento? ¿Qué necesito? ¿Qué me gustaría? 

Mi deseo para ustedes es que se den ese espacio que tanto necesitan. Que se abracen y celebren porque madre solo hay una y cada una de ustedes lo ha hecho increíble. 

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