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La famosa empatía

Google define la empatía como “participación afectiva de una persona en una realidad ajena a ella, generalmente en los sentimientos de otra persona.” Comúnmente nosotros la definimos como: “ponernos en el lugar del otro.” En la actualidad se habla mucho sobre la empatía, sin embargo, ¿realmente sabemos qué es lo que conlleva?


Como la definición lo explica ser empático significa involucrarnos en una realidad diferente a la nuestra. Hasta cierto punto, implica entrar en la mente del otro e intentar comprender porque él/ella piensa/siente/actúa de determinada forma.


Parece muy simple pero en realidad no lo es ya que cada uno de nosotros tiene diferentes formas de percibir y valorar lo que nos sucede. Entonces, ¿cómo sabemos si somos genuinamente empáticos? Esto se engloba en dos palabras: no juzgamos.


Cuando somos realmente empáticos somos capaces de ver el problema o la situación del otro desde su perspectiva sin emitir ningún tipo de juicio personal.


Por ejemplo: María se siente muy triste pues su pareja le agrede constantemente y ella parece no poder terminar esa relación. Obviamente sabemos que para María esa situación no es favorable y que debe dejar esa relación de pareja, sin embargo, si nuestro objetivo fuese empatizar con María, sería intentar entender como ella ve la situación, como percibe a su agresor y por más difícil que parezca, comprender porque es incapaz de ponerle un fin esa relación. No obstante, lo primero que hacemos es emitir un juicio, “María, deberías de terminar esa relación pues no te está haciendo bien.” Aunque esto sea cierto, al abordar a María de esa manera, estaríamos viendo el problema desde nuestra perspectiva y no desde la de ella.


Vemos entonces como practicar la empatía es más complicado de lo que se piensa. Una de las razones que nos hacen caer en este error puede deberse a que se ha popularizado la creencia que ser empático implica resolver el problema de otro. Al pensar de esta manera podemos llegar a cargarnos con problemas que no nos corresponden y sufrir de trastornos emocionales o desgaste por empatía.


Es hasta que comprendemos que cuando alguien nos busca es por apoyo y no necesariamente para que le resolvamos el problema que podremos librarnos de estas “cadenas personales” que nos impiden ser genuinamente empáticos. Solo reflexionemos, nosotros no estamos realmente capacitados para resolver problemas de nuestros amigos, familiares, o compañeros, ya que cada uno tiene su historia, recursos y estrategias personales, muy particulares, que pueden aplicarse mejor a su realidad de vida. El intentar resolver un problema ajeno desde nuestro marco de referencia es frustrante pues no vivimos esa realidad.


Es en esos pequeños encuentros diarios con nuestros familiares, vecinos, amigos, o compañeros que podemos practicar esta habilidad para que poco a poco logremos ser más comprensivos. Solo imaginémoslo, seriamos una sociedad más sana, más compasiva, más colectiva. Parece una utopía pero como psicólogos defendemos la postura que podemos cambiar si en realidad nos comprometemos, y los grandes cambios, todos, comenzaron con pequeños pasos.

 

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