Estábamos en los redwoods, en Muir National Park, cerca de Sausalito, California para ser más específica. Según mi celular, ese día caminamos aproximadamente 23,000 pasos.
11 agosto, 2023, el cumpleaños número 33 de Daniel. La edad de Cristo como a muchos les gusta llamarlo.
Mientras íbamos subiendo uno de los senderos, le preguntaba a Daniel (como suelo hacerlo cada año), qué pensaba de este cumpleaños, su primero fuera de Honduras y lejos de su familia.
Daniel me contestó que así como los arboles tienen aros en su corteza, unos grandes y gruesos (que indican que fue un año muy abundante y bueno) así también hay aros delgados y finitos, casi que transparentes, que indican un año no tan bueno; escaso, pobre, y limitado.
Este año ha sido de los más movidos que hemos tenido. Y eso que aún no termina. Mas que bueno o malo, ha sido movido, lleno de eventos, de cambios, de un montón de primeras veces.
Ese día no solo celebramos un año más de vida de Daniel, sino la oportunidad de reflexionar con la naturaleza, y reconocer que, a diferencia de los arboles, nuestros años pueden ser una combinación especial de aros gruesos y delgados.
A diferencia de un árbol no estamos atascados en un lugar ni dependemos exclusivamente de las situaciones externas para determinar si nuestro año será bueno o no.
Se imaginan que un árbol pudiera moverse cuando quisiera y pudiera. ¿Cuántas veces no lo haría?
Probablemente sus aros serían más o menos del mismo tamaño entonces, porque si el ambiente no le favorece, se puede ir.
Así de sencillo y práctico.
Y ese es nuestro gran privilegio. El poder de decisión.
Cada vez que lo estes tomando por sentado, pensá en los arboles y cómo ellos si pudieran tener una opción, probablemente quisieran poder elegir, al menos una vez.
Porque así como tomar decisiones puede significar tomar responsabilidad (que no nos gusta) también viene acompañado de una libertad encantadora que hace que valga la pena.
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