A lo largo de nuestras vidas, nos invaden ciertas preguntas o inquietudes. Una muy frecuente y común es el ¿quién soy?
Tomémonos un momento para pensarlo. ¿Quién soy?
Usualmente contestamos con nuestro nombre. Soy Nohelia. Soy Pablo. Soy Sergio. Soy Patricia.
O a veces contestamos con nuestra profesión/ocupación. Soy estilista. Soy ingeniero. Soy cocinero. Soy ama de casa.
O algunas otras veces contestamos con nuestro sexo o como lo llamamos en estos tiempos género (aquí no daré ejemplos porque me puedo meter en problemas)
Sin embargo, nuestra identidad va mucho más allá de estas etiquetas, etiquetas que muchas veces nos limitan. “Soy ingeniero, entonces no me puede gustar cocinar” “Soy mujer, entonces tengo que ser dulce y pasiva” “Soy Patty, hija de Patricia, entonces tengo que ser como mi mamá”
Para mí, somos lo que llevamos en el corazón, la naturaleza de nuestras intenciones, los pensamientos que nos habitan, la forma en la que nos movemos, eso que tanto nos apasiona y eso que tanto nos repudia también. Somos todo lo que podemos hacer pero también lo que no podemos hacer.
Y sobre todo, somos suficientes tal y como somos, hoy… mañana no sé, pues somos seres en constante evolución, en crecimiento y en cambio (seamos conscientes o no de ello). Pensemos otra vez, ¿somos la misma persona de hace unos años? O no nos vayamos tan lejos, ¿somos los mismos de hace un mes? ¿Una semana? Vemos que lo que hoy nos funciona, mañana o pasado puede que ya no.
Entonces, ¿quién soy? Pues tienes que descubrirlo por tu cuenta. Nadie más puede hacer ese trabajo por ti. Lo que sí está claro es que no eres tu nombre, no eres tu apellido, no eres tu peso, no eres tu edad, no eres tu género, no eres tus títulos o grados académicos, no eres tu ocupación… y la lista sigue. Eres mucho más que todo eso y descubrirlo es una aventura diaria.
Si te gustó, ¡compártelo!
Comments