En febrero del 2015 fui a mi primera clase de yoga buscando una forma de mantenerme activa y complementar ballet. Sin embargo, poco a poco fui descubriendo que practicar yoga es más que un ejercicio físico compuesto por una serie de posturas complicadas, es un estado que involucra la conexión del cuerpo, mente, y alma. Yoga literalmente, en sanscrito, significa unión.
En ese entonces era parte de una comunidad de la iglesia donde practicar yoga era fuertemente criticado…decían que eso era satánico y no sé qué otras cosas más.
Lo que creo que no se sabe es que uno de los niyamas o reglas en las cuales se basa la práctica de yoga, es la devoción – Ishvara Pranidhana. Prácticamente esto incita a cultivar una profunda relación de confianza con un Dios. Implica creer y confiar en un ser supremo. Claro, este puede ser lo que nosotros elijamos. Si buscamos más información sobre los niyamas y yamas, nos daremos cuenta que básicamente son reglas universales de moralidad, comunes en todas las religiones.
Siguiendo con mi experiencia de yoga…una de las cosas que más me impactó es la respiración, pues es un proceso fisiológico automático que ya está en nosotros que muchas veces damos por sentado y esto nos pasa la factura. ¿Cuántos ataques de pánico o cuantos arrebatos de enojo podríamos regular si aprendiéramos a respirar conscientemente?
Anthony de Mello diferenciaba consciencia de conciencia. Conciencia es esa facultad de discriminar entre el bien y el mal. Consciencia es el conocimiento intuitivo que tiene el individuo de sí mismo y del medio que lo rodea. (N. del Ed). Esto me lleva a la siguiente pregunta. ¿Cuán intuitivos somos de nosotros mismos? Yo por mi parte, lucho con esto todos los días. Tanta tecnología, tantas redes sociales, y tantas responsabilidades pueden hacer que nos desconectemos de nosotros y esto es grave, ya que si somos poco conscientes de nosotros mismos, ¿cómo podremos darnos cuenta de patrones de pensamiento, de emociones o de conducta que ya no nos sirven? ¿Y si no nos damos cuenta, como pretendemos cambiarlos? No tiene sentido, ¿verdad?
El yoga, aparte de los múltiples beneficios físicos, nos ayuda a centrarnos en el presente, en el aquí y ahora. Además nos ayuda a mantenernos jóvenes. ¿Saben que se dice que la flexibilidad de tu columna vertebral es lo que realmente determina tu edad? Así que para los que quieran combatir el envejecimiento, hay que invertir en la postura corporal más que en el botox.
El 21 de junio, se celebra el día internacional del yoga y agradezco tanto haber encontrado esta práctica, no solo porque me ha ayudado a revertir un poco mis curvas de escoliosis sino por todo lo que he aprendido en el camino.
A través del yoga he podido perderme y encontrarme a mí misma al mismo tiempo. El mat me ha recibido con todas mis emociones y al terminar siempre me encuentro en paz, precisamente porque en esos momentos estoy sola con Sofi y eso es suficiente; todo lo demás está en pausa, todo lo demás puede esperar y será como debe ser, no como pretendo que sea.
No les voy a mentir, hay días que da pereza y no tengo ganas, pero llegar al mat es la parte difícil, una vez estás ahí e iniciás todo va fluyendo, incluso en los días más complicados. Se los prometo.
Ahora, años después, ya no es un ejercicio complementario para ballet, es un hábito que promueve flexibilidad no sólo física sino psicológica. Aprendés a doblarte en todo sentido, a liberarte de esa necesidad de control y a dejar ir, utilizando esa herramienta que ya traemos configurada: la respiración.
Además, llegás a conocerte mejor a vos mismo y últimamente eso te lleva a aceptarte y a dejar de compararte con otros. Al darte cuenta de tus fortalezas y limitaciones, reconocés estos aspectos en los demás y se te facilita ser más tolerante y comprensivo con ellos, después de todo por algo cerramos cada práctica diciendo Namasté, que significa: la luz en mí, honra la luz en ti.
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