Durante un verano del 2002, de 9 años, y acompañada de mi Tita, mi papá y Amanda, conocí Disney World. Como la típica niña, era fan de las princesas y sus historias; creo que más de sus aventuras que del famoso “happily ever after.”
Años más tarde regresé, esta vez adolescente, y un poco más apática como cualquier chica de esa edad pero siempre con el mismo anhelo fuerte de soñar. Estando ahí simplemente creés que todo es posible, sí, todo. Es como que el polvito mágico de campanita te inunda.
Hace unos días, volví, esta vez con 28 años y más golpeada por la vida (jajaja son bromas). Volví muy feliz y muy bien acompañada, con algunos sueños cumplidos, pero también con más decepciones, más frustraciones, y con un mega sueño roto en la maleta.
Cree
Cree que llevas dentro de ti
el poder de crear la vida que sueñas
Con esas palabras cerró el show de luces. Me quede paralizada, con la piel de gallina y con lágrimas en los ojos.
¿Por qué?
Porque Disney siempre se ha asociado con los finales felices, con la creencia de que si sos bueno al final vas a tener tu final feliz, y que si sos malo, te va a llegar tu merecido. Nos hace creer que la vida nos debe algo solo por qué sí, solo porque creemos merecernoslo.
Pero el mensaje que recibí esa noche fue diferente. Fue un recordatorio que nada cae del cielo, que hay que aventarse y luchar, y que eso implica riesgos y sacrificios, así como recompensas y oportunidades pero que la única manera de saberlo es arriesgándonos.
La vida no siempre resulta como queremos, muchas veces no tiene sentido y es sumamente injusta, pero eso no quita el poder inimaginable que llevamos dentro de nosotros: el poder de decidir, de reestructurar, de empezar de nuevo, de seguir adelante, y seguir soñando. Ese es en realidad nuestro polvito mágico.
Creo que el mensaje me pegó todavía más porque este es uno de los principales objetivos que trabajo con mis pacientes; que puedan darse cuenta que no son pasajeros dentro de un barco, a merced de las olas; son los capitanes, los que llevan el timón y si bien hay un montón de cosas que no pueden controlar como la marea y el clima, si pueden tomar decisiones importantes y sobre todo pueden aprender a disfrutar el camino.
Los seres humanos somos más resilientes de lo que nos damos cuenta. Solo miremos hacia atrás y veamos cuanto hemos recorrido, cuanto hemos crecido, cuanto hemos superado. Reconozcámoslo y abracémonos por eso.
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