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El día que volví a leer

Recuerdo el día en que mi papá me obsequió mi primer libro, Harry Potter y la Piedra Filosofal.…creo que fue en 1999. Tenía seis años y ya estaba en segundo grado (me adelantaron un año).


Desde muy chiquita sentí una presión por leer pues mi papá es un lector voraz y mi abuelo también lo era. Sin embargo, al leer mi primer libro casi no le comprendía y hoy les confieso que, en ese entonces me daba pena admitirlo. No quería parecer tonta o menos inteligente. Ahora, años más tarde, me doy cuenta que quizás mi nivel de madurez no estaba al nivel de ese libro.

Con el paso de los años, basándome en esa experiencia, dejé los libros a un lado y fue hasta la secundaria que traté de darle otra oportunidad a la lectura. Gracias a Dios lo hice pues cambió mi vida.


Llegaron las desveladas por no poder parar de leer un libro de lo buenísimo que estaba, y las decepciones al ver las adaptaciones en el cine que no le hacían justicia a los libros leídos.


Ya adulta, le di otro chance a Harry Potter; exactamente al mismo libro que mi papá me había regalado veinte años atrás y me leí toda la serie creo que en menos de tres meses. Así de encantaba estaba.


Y de esa manera, la lectura ha sido parte de mi vida. Algunas veces más latente otras no tanto. Con el día a día resulta más complicado dedicarle tiempo a este hábito. Creo que conscientemente tenemos que realizar un esfuerzo por leer; especialmente tomando en cuenta todos los distractores que tenemos y más en estos tiempos post pandémicos.

En octubre del año pasado, debido a un problema familiar, dejé de leer. Terminé The Litigators de John Grisham y las circunstancias que estaba atravesando en ese momento me tenían dispersa, como que no encontraba tiempo para la lectura. Me corrijo; no hacía tiempo para ella.


Fue hasta los primeros días de enero que me reencontré con un libro, Camino Island, también de John Grisham. No les puedo explicar cómo fue esta experiencia. Creo que mágica no le hace justicia.


Ese día me di cuenta que los libros están y siempre estarán ahí con los brazos abiertos, dispuestos a recibirnos, sin importar el tiempo que haya pasado. Ese día volví a perderme en una realidad diferente, hice nuevos amigos, y me inmiscuí en historias increíbles.


Volví a desvelarme por seguir la trama, volví a darme cuenta que podemos transportarnos a otros lugares, culturas, y aventuras solo con leer. En fin, regresé a una parte de mi misma.

Poder leer es un derecho. Cada vez que me llega un pacientito que por x o y razón no sabe leer (gracias a nuestro súper sistema educativo) mi corazón se hace chiquito.


La lectura no es solo una forma de expresión y un medio de comunicación; es mucho más que eso por todo lo que aporta a nuestras vidas y es algo que tenemos que aprender y promover pues es una herramienta poderosa para escaparnos un rato de lo que nos rodea.


La lectura, como cualquier hábito, es un gusto adquirido y una vez que lo logramos, no nos abandona, se queda con nosotros como recurso personal, cada vez que la necesitemos.


A mí me ha acompañado en mis mejores momentos y me ha salvado de los peores ratos. Me ha sacado risas, me ha tenido en suspenso, me ha enojado, me ha hecho llorar, me ha hecho reflexionar, y sobre todo me ha acompañado en diferentes etapas de mi vida, recordándome lo que necesito en ese momento.


 

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